Hace tiempo leímos una historia, creemos en algún blog, que se nos quedó grabada por emocionante. Resulta que durante la gran depresión americana, allá por 1930, ahorrar y reutilizar se convirtió, por pura necesidad, en un estilo de vida. Así, las mujeres se dieron cuenta de que la harina, uno de sus alimentos básicos, venía en sacos de algodón, y que éstos eran perfectos para fabricar la ropa que no podían permitirse comprar. Cuando los fabricantes de sacos de harina se percataron de lo que estaba pasando, ¡decidieron estamparlos con bonitos diseños! Los había para todos los gustos, incluso se imprimieron costales con patrones para juguetes, y más tarde se añadirían instrucciones de lavado... Se calcula que más de 3,5 millones de mujeres y niños llevaban ropa y artículos hechos con sacos de harina. ¿Verdad que es una historia entrañable? Pues nos ha servido de pie para estos otros sacos que, si bien no son aptos para cubrir nuestros cuerpos, sí lo son para vestir nuestras casas con su irresistible aire rústico. Y, aunque corren otros tiempos, volvemos con el mismo afán por el reciclaje, fruto de nuestra mejor conciencia social y medioambiental, o eso nos gusta y queremos pensar...
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Ya nos hemos puesto a buscar sacos... Y parece que alguno tenemos a la vista para una futura cortina... ¡Os contaremos!