Hace varios años dejaron en la calle un enorme aparador, con vitrina incluida, debajo de la vivienda de una de nosotras. Esa de nosotras que lo descubrió no lo dudó un segundo y, ella solita, lo arrastró hasta meterlo en su portería. Y ahí se quedó hasta que la otra de nosotras llegó con el coche y, ya entre las dos, lo trasportamos al taller. Cuando dejamos el taller inactivo, tuvimos que deshacernos de varios muebles y, entre ellos, del anterior mencionado (se encontraba en muy mal estado, había que rehacer varias de sus patas, amén de otros muchos arreglos...). Pero la bonita moldura que coronaba la vitrina se quedó en el taller. Siempre comentamos que se la quedaría esa que hizo el norme esfuerzo de rescatarlo de la calle... Y la otra de nosotras se ofreció a pintársela...
El verde mint fue el color elegido. Y así quedó tras tres manos del mismo.
Por supuesto, se lijó para darle más encanto a la pieza...
Y se untó bien de cera...