Una de nuestras viñetas favoritas es aquella en la que la genial Mafalda cuestiona una orden que le da su madre "-Pero... ¿por qué tengo que hacerlo? -¡Porque te lo ordeno yo, que soy tu madre! - ¡Si es cuestión de títulos, yo soy tu hija! ¡Y nos graduamos el mismo día! ¿o no?" Pues si, el título llegó a la vez, en el mismo segundo incluso, y encima, sin manual de instrucciones. Y menuda responsabilidad esa de la maternidad, eso de ser el espejo en el que se reflejan, sobre todo nuestras niñas... Desde bien pequeñitas pegaditas a nuestras faldas, observando nuestros movimientos y ademanes, nuestra forma de relacionarnos con las personas y de resolver las situaciones, absorbiendo nuestras palabras de amor y también las riñas y discusiones, atentas a nuestras constantes charlas sobre la condición humana y la divina.... Días y días de convivencia que han ido forjando a las dos adolescentes que tenemos en casa; cariñosas, responsables, estudiosas, locas por la música, por sus amigos, por una buena juerga. Esas dos que, desde su más tierna infancia, se cuelan en nuestros armarios para colocarse nuestra ropa y sobre todo, nuestros tacones, o que nos roban el maquillaje y los complementos sin pedir siquiera permiso... Ojalá hayamos sido capaces de formar a dos mujeres hechas y derechas, capaces de enfrentarse al futuro que les aguarda, y ojalá nunca olviden ese reflejo en el espejo, aunque sea pequeñito como estos de tocador, al que con tanta devoción, se asomaban de niñas...
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Será difícil eso de la crianza y la educación... Pero lo cierto es que se nos cae la baba con nuestros hijos, ¿a que si?