Una de nosotras le da al do-re-mi, con muchas ganas. Canta ella de contralto en un coro, ¡y hasta dan conciertos!. Así que poco a poco el lenguaje musical, el solfeo, va dejando de ser un misterio para ella, o al menos uno tan indescifrable como lo es para la otra, la que no canta. Sin embargo, a las dos nos atrae mucho una partitura como elemento decorativo, y cuanto más vieja y antigua mejor... Forrar cajones, una pared, la trasera de un mueble... Infinidad de posibilidades donde pentagramas y notas dejan su impronta con estilo y mucho sabor retro. Pero hoy no vamos a hacer ninguna filigrana con ellas, ¡y ni siquiera el post va de ellas! En realidad hoy queremos rendir pleitesías al elemento que, por defecto, las sostiene, el atril. Y es que nos ha gustado descubrirlo en el hogar, esbelto y ligero, decorando con elegancia rincones y estancias y soportando con paciencia el peso de los acordes o, ¿por qué no?, de un delicado óleo.
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