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miércoles, 29 de mayo de 2019

Peldaño decorativo...

¿Os hemos contado alguna vez que tenemos un poquito de claustrofobia? Una más que otra, desde luego, pero hay algo que ambas tratamos de evitar a toda costa, y son lo ascensores; tan solo accedemos a usarlos, acompañadas, y por una causa casi de fuerza mayor. El último mueble que tuvimos que recoger de un sexto piso fue todo un desafío... Desafió que al final solucionamos pidiéndole a un electricista que andaba arreglando algo en la planta, nos hiciera el favor de bajar el escritorio por el montacargas. Otras veces, que también se ha dado el caso, mesillas, sillas, espejos... viajan solos y a sus anchas en elevadores, tras pulsar nosotras, desde fuera, el piso correspondiente. Os imaginareis que, en todos estos casos, las "mendas lerendas" vamos subiendo o bajando escaleras a velocidad de vértigo, para llegar al destino a la vez que el buen samaritano o el mobiliario en cuestión... Total, que de peldaños sabemos un rato pero, bienvenidos sean, si son por cuestiones decorativas... 






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Contadnos, ¿tenéis algún temor o limitación de este tipo?


lunes, 27 de noviembre de 2017

Al final de la escalera...

Nuestros hijos se han vuelto forofos de las películas de miedo... Cuánto más terroríficas y sanguinolentas, más disfrutan. Van al cine a cada estreno, pero también las buscan por internet, e incluso se unen los hermanos para ver estos horrores en sus cuartos con las luces apagadas, momento en que una de nosotras se divierte dando un golpe seco en la puerta de la habitación. El grito de pánico que se escucha tras el vano hace las delicias de la progenitora que, acto seguido, abre y les dice a los vástagos con cara de no haber roto un plato... ¿venís a cenar? La comida está servida....

Nosotras no compartimos esta afición por el cine de terror. Nos quedamos en aquella película en la que George C. Scott llora la pérdida de su familia en un nuevo, apacible y solitario hogar que esconde secretos al final de la escalera....




Nosotras nos valemos de las escaleras de amigas, porque nuestros hogares no la tienen, y... visto lo visto, quizás sea mejor y nos eviten sustos de película, ¿no creéis?

miércoles, 4 de enero de 2017

Tres eran tres....

Tres eran tres las hijas de Elena. Tres eran tres y ninguna era buena. Julia, Paloma y Elena. Tres eran tres y ninguna era buena. Rubia, castaña y moreno.... ¿Os acordáis de la cancioncilla? Y es que el número tres siempre ha tenido algo especial (y si no, que se lo digan a los agraciados con "el Gordo de Lotería" de este año....). Ya para el gran Pitágoras era el número perfecto y, no en vano, su gran teorema tiene en los tres lados del triángulo su razón de ser. El tres es, en numerología, el signo de la expresión artística, la sociabilidad, la simpatía, la superficialidad y el espíritu derrochador. Es también el símbolo de la comunicación, la interacción y la neutralidad. Y también en las religiones tiene su importancia, como la Santísima Trinidad para los católicos, las grandes deidades egipcias (Isis, Osiris y Horus) o las hindúes (Brahama, Vishnu y Shiva). Tres son las Bellas Artes fundamentales; Pintura, Escultura y Arqutectura. Tres los órdenes de columnas: Dórico, Jónico y Corintio. Total, que nosotras no podíamos dejar de homenajear al tres, porque con sólo tres escalones de estas pequeñas escaleras.... ¡hay que ver la de cosas que se pueden hacer para decorar con ellas!











¿Es el tres vuestro número? ¡Contadnos!

El viernes es el día de Reyes, y estaremos muy ajetreadas viendo toooodos los regalos que nos habrán dejado bajo el árbol Sus Majestades... Es un día entrañable, uno de nuestros favoritos, para disfrutar en familia, y no publicaremos. Nos despedimos hasta el lunes cuando, ya sí, retomaremos nuestra actividad normal con el blog.

¡FELICES REYES MAGOS!



miércoles, 7 de septiembre de 2016

¿Para comer o decorar?

Pensábamos comenzar este post con un refrán que se repite con frecuencia en nuestras casas, ese que dice que "donde comen dos, comen tres", y al que siempre hemos recurrido para invitar a alguien con el que no contábamos. Ha sido al investigar sobre su origen que nos hemos dado cuenta que el refrán, tal y como nosotras lo declamábamos,  no acaba ahí... "donde comen dos comen tres, si hay comida para cuatro" ¡Ahora sí lo entendemos! Porque en nuestras casas, donde comen dos no comen tres si no es preparando sobre la marcha lo primero que se nos ocurra. Que nosotras cuando invitamos, lo hacemos de corazón, pero siendo conscientes de que repartiendo lo previsto, se va a pasar muuucha hambre. Pero nada como los huevos fritos o el filete empanado (¡que rico!), para salvar esas situaciones que, cuando tienes hijos en casa, se plantean un día sí y el otro también: -"¿Mamá, se puede quedar fulanito a cenar, menganito a comer, todos los que estamos haciendo el trabajo a merendar...?" Y claro, cómo decir que no. Allí que nos arremangamos con los sándwiches, las pizzas o lo que haya en la nevera, para tirar por los suelos las previsiones semanales de cualquier familia que se precie. Pero no hay satisfacción mayor que ver una mesa llena de adolescentes dispuestos a dar buena cuenta de cualquier festín, mientras charlan de sus cosas. Eso sí, los manteles y las servilletas de tela las dejamos para ocasiones mas formales. Y mientras éstas llegan, hemos decidido rescatarlos del cajón para lucirlos bien a la vista, pues, sea cual sea su estética (más vintage o actual), lo cierto es que siempre permanecen escondidos a pesar de su belleza.








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¿Dónde guardáis vuestras mantelerías? ¿Os animáis a sacarlas para decorar?


lunes, 2 de marzo de 2015

Dichosa la rama que al tronco sale

Frase escuchada perennemente por las madres... ¿O no? Y es que cada vez que nos encuentran con nuestros hijos, siempre hay alguien que saca el refrán a relucir refiriéndose al parecido de los vástagos con sus progenitores. Una de nosotras y su Julia (y esto lo corrobora la otra de nosotras) son un calco. La otra Julia está más mezclada, pero tiene el estilillo de su madre. Unas arruguillas en la nariz al reir confirman que tienen el mismísimo ADN. Nuestros varones, por contra, son el vivo retrato de sus respectivos padres, salvo (casualidades de la genética) su colorido. Los chicos son rubillos y los padres no. A lo que vamos. ¡¡Qué rabia da que te digan que no se parecen en nada a tí cuando los has llevado nueve meses encima (o dentro más bien)!! 

Troncos y ramas, maderas y plantas, padres e hijos... Se parecerán o no,  ¡pero juntos hasta el fin del mundo! (ojito...., no sirva esto para tomarse al pie de la letra, que después los niños no se van de casa hasta los cuarenta, y la armamos).












Pues eso, que dichosa la rama que al tronco sale.



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