Una de nosotras, junto con su única hermana, pasaba alegremente su infancia en la calle, como todos los niños de su edad. La pequeña rúa de veinte números en la que vivían, y a la que algunos llamaban Penny Lane (famosa vía de Liverpool popularizada por los Beatles en una preciosa canción del mismo nombre), era bastante peculiar. En ella había de todo: tintorería, supermercado, boutique, panadería, bares (a porrones..., lugar de movida en los 80), pollería, tienda de animales, tienda de instrumentos musicales, pastelería (ay..., esas milhojas de Parrilla), colegio de primaria y secundaria.... ¡¡Era una ciudad en miniatura!! Y todos los vecinos se conocían, todos los hijos jugaban juntos e inventaban pequeñas "cafrerías" que no hacían gran daño a nadie.
Pues bien, una forma más de divertirnos era coger una de las enormes cajas de cartón que nos regalaba Tía Mercedes, después de vaciarlas de material recibido para vender en su librería-papelería, sita en la calle que nos ocupa (¿os habíamos dicho que era una ciudad en miniatura?). Acto seguido, subíamos al último piso del bloque de nuestra amiga Sandra y de sus cinco hermanos, contiguo al establecimiento, y uno de nosotros se introducía dentro de la caja. El resto procedía a empujarla escaleras abajo y que fuera lo que Dios quisiera..., léase risas por doquier y algún que otro moratón.
¿Y a qué viene todo ésto? Pues a que no hay caja de cartón que se nos resista, ya sea para decorar, ya sea para usar en nuestros envíos. Ellas nos permiten remitir las ventas a nuestros clientes y que lleguen a buen recaudo. Y, por si no lo conocéis, queríamos hablaros de
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Insistimos. Las usemos para regalos, para paquetería o para decorar, lo que estamos convencidas es que estas cajas de cartón van a seguir siendo parte de nuestras vidas, y seguro que de las de muchos de vosotr@s. ¿A que sí?