Todavía nos quedan algunos cajoncitos, de los siete que nos encontramos abandonados hace un tiempo...
Queríamos pintarlo de color rosa, pero no teníamos por el taller ese tono que imaginábamos en nuestra cabeza, así que fuimos mezclando...,
..., hasta que lo conseguimos.
Dimos dos manos, y lijamos esquinas y aristas...
Aunque la tonalidad elegida le haga parecer delicado, queríamos contraste entre ésta y el estilo más rustico del cajón.
¡Se nos olvidaba! El pomo lo hemos sustituido por este otro...,
..., que presume de tener un lindo pajarillo.
Desde el principio, este coqueto cajón tenía un destino muy concreto; en una de nuestras casas nos venían reclamando, desde hace tiempo, un lugar donde tener los botes de especias a la mano, en vez de guardados en un mueble de la cocina... Hemos estado buscando pequeñas estanterías, armaritos... sin encontrar nada que nos hiciera tilín. Hasta que se nos ocurrió probar con uno de los cajoncitos que nos quedan sin usar...
¡Dicho y hecho! No puede ser más femenino, pero eso no está reñido con el arte de especiar... ¿A que no?
Todos en casa han quedado encantados con él, pues, además, resulta de lo más cómodo por tu tamaño y capacidad. Ah! queríamos añadir que, a todos los cacharritos que redecoramos y destinamos a la cocina, les damos dos buenas manos de barniz. Éste no solo los protege, sino que ayuda a eliminar cualquier mancha que caiga sobre ellos con el ajetreo del uso diaria...
Por cierto, contadnos, ¿Dónde guardáis las especias?