Hace unos años, cuando las niñas aún se dejaban asesorar sobre qué regalos pedir a los Reyes Magos, a nuestras dos Julias (así se llaman nuestras hijas, por pura casualidad, y ambas tienen la misma edad) sus majestades les trajeron sendas casas de muñecas. Muy distintas pero preciosas, las dos quedaron en desuso rápidamente, y es que estas niñas de hoy en día crecen a pasos agigantados. Pensar que nosotras con catorce años aún jugábamos al elástico o al cielo voy, y hoy ya están pensando en tacones (de casta le viene al galgo, dicho sea de paso...) y en no parar un minuto en casa. Pues bien, esos preciosos juguetes han pasado a formar parte de la decoración de nuestros hogares, de tal manera que han salido de las habitaciones infantiles para ocupar un lugar destacado en otras estancias más o menos "nobles".
¿A quién no le gustaría que esas casas se hicieran realidad y fueran realmente nuestros hogares? Pero como no puede ser, ¡a jugar se ha dicho!